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ADG
Arte grande y pequeño. Gran arte.

Carla Cascales y Raya Sader nos explican su evolución profesional, sus obras y referentes en el primer ADG Talk del año.

Quién no se ha preguntado alguna vez cómo se consigue vivir del propio arte, de lo que se imagina, se expresa y se materializa. Debería de ser de interés general querer desgranar el proceso que hay detrás del trabajo de un artista que vive de su arte. A diferencia del diseño, campo del que el arte parte a veces, no hay encargos para solucionar un problema. Hay comunicación, pero sigue otro canal. Carla Cascales y Raya Sader, dos artistas que han llegado a ese punto ideal en el que la obra personal se funde con la vida profesional, nos acompañaron en el último ADG Talk y nos desvelaron un poco ese proceso misterioso de convertirse en artista a través de sus proyectos y trayectoria.

Además, este ADG Talk, el primero de 2018, tenía algo más también especial y que se va a convertir en una nueva sección de nuestras charlas mensuales: los Teloneros. Un joven talento nos acompañará cada Talk para presentar sus proyectos antes de empezar con los ponentes, para demostrar y mostrar su potencialidad. En esta ocasión, el debutante fue Jay K Darvishian, que nos explicó cómo a partir de una mala caída con el skate y una pierna rota empezó a abrirse camino en el mundo del diseño gráfico. Actualmente Jay es estudiante de Elisava y becario en Aranda y está empezando una prometedora carrera en la profesión de diseñador gráfico.

La primera ponente fue la escultora Carla Cascales, que nos contagió de su energía positiva y, a través de las influencias que recibió desde niña, nos adentró en su universo. Curiosamente, Carla podría ser una más entre nuestras filas, pues, después de pasar por bellas artes, se formó en publicidad y fue así como se enamoró del diseño gráfico. Le gustaba diseñar, comunicar, pero el encargo detrás no siempre permite algo que ella necesitaba: libertad artística.

Su obra escultórica destaca por su elegancia y minimalismo, por conjugar diferentes materiales y por simbolizar a la vez el caos y el equilibrio. En sus líneas relajantes descubrimos materiales en lucha, pulidos y porosos como el mármol o la madera, desgaste de tiempo contra atemporalidad, calma y desasosiego columpiándose en la imperfección de lo natural, del paso del tiempo, de lo roto pero a su vez completo. Carla tiene infinidad de referentes, entre ellos Magritte, Barbara Hepworth, Eudardo Chillida y Jean Arp. También se identifica con el expresionismo abstracto, la Bauhaus, la arquitectura brutalista y con el concepto wabi-sabi, término estético japonés que describe «la belleza de la imperfección» y la aceptación de las cosas modestas, incompletas y no convencionales, aceptar lo inevitable y desprenderse de lo innecesario.

 

Llegó después el momento de Raya Sader, una artista del papel que vive de hacer pequeñísimas obras arquitectónicas y escultóricas con papel y tijeras. Suena a proeza y lo es. Raya ha hecho joyería, stop-motion, ha trabajado para marcas como Camper, Sprite o HP y, sobre todo, es una artista de la paciencia y la perseverancia. Nos hizo ver la importancia de la constancia en el trabajo, del insistir y del creer en las propias capacidades. Sus creaciones son delicadas y muestran el virtuosismo y perfeccionismo de su autora, inspiradas en las formas y texturas cotidianas, en aquello que ve. Todo en papel, pequeñas miniaturas llenas de color y realismo, pequeñas maquetas de la realidad, es el trabajo de una arquitecta del papel y la fantasía. No en vano, Raya se formó en arquitectura, disciplina que abandonó como profesión para dedicarse a su arte, pero salta a la vista que sigue ahí como inspiración e influencia primordial. Como los colores de las vanguardias o la ternura de su geometría suave.

Tanto Raya como Carla se atrevieron a probar la libertad del artista, ese privilegio del que un diseñador no siempre goza, y consiguieron lo más inspirador para cualquier creativo, vivir de esa libertad creativa, vivir de su arte. Raya contaba ilustrativamente que no conoce la expresión “¡por fin viernes!” pues trabaja igual cada día, crea a diario y ama a diario lo que hace.

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