Los concursos de diseño son una realidad en el sector creativo, pero presentan grandes amenazas para la profesión. ¿Cómo se vive esta problemática en Londres?
Los concursos de diseño son una realidad en el sector creativo y precisamente por eso y para proteger el trabajo de sus profesionales, hay que velar por su realización en los mejores estándares posibles. En este aspecto, la Junta de ADG-FAD que dirigió Álvaro Sobrino entre 2008 y 2012, fue especialmente incisiva, redactando un manifiesto de buenas prácticas que denunciaba la realización de concursos abiertos no remunerados. En este artículo, damos un vistazo a la normativa europea y hablamos con un par de estudios sobre su experiencia para ver la realidad del sector en otros lugares de Europa y la necesidad de defender mejores prácticas.
La directiva europea 2014/24/UE establece normas homogeneizadoras mínimas para concursos públicos en los cuales el valor monetario del encargo supera el umbral de 443.000 euros. Las normas europeas aseguran que la adjudicación de contratos de mayor valor para la prestación de bienes y servicios públicos tiene que ser justo, equitativo, transparente y no discriminatorio. Para licitaciones públicas de menor valor o concursos directamente privados, pero, se aplican las normas nacionales. Dada la dificultad de encontrar estas normas nacionales, en muchos casos inexistentes, vagos o increíblemente difíciles de encontrar, fuera de los ámbitos de gestión pública que superan este umbral, los concursos de diseño se organizan muy a menudo con muy pocas garantías para los diseñadores.
Hemos hablado con profesionales del sector en Londres para ver cómo se encara esta problemática en una de las ciudades europeas con una economía creativa más potente.
Charlie Abbott, fundador del estudio de diseño gráfico work-form, resalta que las dinámicas habituales de los concursos de diseño afectan especialmente a los pequeños estudios, que no disponen de tantos recursos para invertir tiempos y talento en este tipo de oportunidades.
“Cuando empezamos a trabajar en work-form teníamos una idea bastante clara que no acabaríamos «trabajando gratis» para nadie. Sin embargo, igual que con otras muchas cosas, resultó que la realidad de operar como un pequeño estudio de diseño gráfico era bastante diferente de nuestras percepciones iniciales.
Como resultado, y en ocasiones en contra de nuestro mejor juicio, en los últimos cinco años nos hemos encontrado en la posición de presentar ideas de forma relativamente regular, redactar presentaciones, esbozar proyectos e incluso presentar maquetas, todo sin ninguna remuneración.
Los concursos de diseño, aunque casi siempre sean oportunidades para obtener un nuevo proyecto, se interpretan de manera demasiado vaga en todas las industrias creativas: ningún trabajo es demasiado pequeño, o la tarifa de diseño es demasiado baja, para devenir una oportunidad para escuchar propuestas y presentaciones de diseñadores o estudios a través de concursos.
Lo que esperan tus potenciales clientes en estos procesos también parece variar ampliamente. Podría ser tan simple como una reunión corta con una taza de café, o tan complejo como producir páginas ilustradas, dibujos y animaciones para webs, mucho antes que haya una garantía de asegurar el proyecto.
Esto no quiere decir, pero, que no podemos ver la utilidad del concurso como proceso. Por supuesto, tiene mucho sentido que, si uno se está embarcando en un proyecto de cambio de marca a largo plazo y potencialmente costoso, desee asegurar haber elegido el equipo de diseñadores adecuado para realizar el trabajo. De manera similar, si el dinero que se prevé invertir en este proyecto proviene de un gobierno u organización pública, entonces con más razón.
De todas maneras, tiene que haber un reconocimiento del tiempo y los recursos que requiere la participación en estos concursos, y el nivel de exigencia de cada concurso tendría que ser evaluado por los posibles clientes a una escala que tenga en cuenta el tamaño y cuota adjunta al trabajo.
Por ejemplo, si se está buscando producir una tirada pequeña de un informe anual, unas pocas llamadas o visitas con diferentes estudios tendrían que ser suficientes para ayudarle a decidir con quién le gustaría trabajar. Al otro extremo de la escala, si se está embarcando en un proyecto de re-desarrollo de la página web a gran escala con un gran presupuesto, muy seguramente sea necesario ver muchos más detalles de una lista de posibles diseñadores sobre su enfoque. Sin embargo, como es probable que estos estudios dediquen un tiempo para presentar sus candidaturas, no sería irrazonable sugerir una remuneración por este esfuerzo.
Desde nuestro punto de vista, a menudo parece mucho más probable que sean los estudios más grandes, que tienen el tiempo y los recursos para reunir los detallados documentos que a menudo requieren ciertos concursos, los que son mucho más propensos a recibir los proyectos por los cuales licitan. Esto es un proceso que excluye aquellos diseñadores y estudios de diseño gráfico que no pueden permitir dedicar el mismo nivel de tiempo y energía al trabajo por el que no se los pagará».
El problema, en cualquier caso, no recae en la escala de los estudios que deciden participar en estos concursos, sino en las abusivas condiciones que algunas empresas fijan como base de estos concursos, dando por hecho una inversión de horas y talento sin ningún tipo de remuneración. Para evitar estas injustas prácticas, que se traducen en la inequidad que remarcaba Abbott, instituciones como el Design Council de Inglaterra, por ejemplo, han publicado guías de buenas prácticas en cuanto a la selección de diseñadores:
“En un pitch creativo, estás pidiendo a los diseñadores que presenten creatividades para afrontar el problema que el proyecto tiene que solucionar, y tendrías que estar preparado para remunerar este trabajo.”
-“How to commission a designer” (Como hacer un encargo a un diseñador) artículo preparado por el Design Council of England
Llama la atención como, además de esta breve mención en el blog del Design Council, no existe en Londres ninguna asociación profesional que mire especialmente por los derechos de los diseñadores gráficos. Ante esta grave carencia, la organización sin ánimo de lucro Evening Class está reflexionando sobre la necesidad de organizarse para afrontar problemáticas como la de los concursos de diseño, entre otros. Hemos hablado con ellos para saber su posición en cuanto a la vulnerabilidad de los profesionales creativos en cuánto que participantes de estos concursos que parecen proliferar:
“Dentro de una red autoorganizada somos un grupo de trabajo centrado en si el diseño gráfico necesita un sindicato. La respuesta es obviamente sí: el trabajo de los diseñadores y productores culturales de muchos tipos es claramente comparable con otras formas de trabajo sindicalizado, y todos los trabajadores se merecen estas protecciones.
Ponemos en marcha este grupo de trabajo como respuesta a los problemas del trabajo excesivo generalizado, prácticas no remuneradas, culturas de prácticas laborales poco saludables que hemos observado en nuestra industria y en otras industrias «creativas», como por ejemplo la arquitectura. Entre las actividades que hemos realizado destacan una carta abierta para eliminar de una conocida bolsa de trabajo de diseño todas las ofertas con salarios no revelados. Estas bolsas de trabajo ya no pueden promover prácticas no remuneradas, pero hay otras muchas cosas que podrían hacer para ayudar a eliminar o aliviar el estrés indebido en el proceso de investigación de ocupación y afrontar las barreras socioeconómicas estructurales en los mundos del arte y el diseño. Su falta de acción solo perpetúa estas condiciones.
Los pitchings no remunerados caen mucho en esta zona gris de (dudosa) legalidad, y comportamiento perjudicial para la industria; además del trabajo de campo especulativo no pagado que comportan, es habitual que estos concursos ni siquiera contemplen la tarifa del diseño para los ganadores. En nuestra experiencia (trabajando en comisiones más pequeñas) hay poca protección o diligencia para informar, retribuir o proteger el trabajador potencial: en muchas ocasiones nosotros mismos pensábamos que el proceso había concluido solo para recibir un mensaje del cliente refiriéndose a una segunda o tercera etapa del proceso.
Estas desigualdades las observamos en un escenario de falso progreso. Por ejemplo, la idea que los autónomos son en realidad más libres y más facultativos sin contratos, o que trabajar en un estudio es de alguna manera fundamentalmente más divertido y menos alienado que trabajar en una oficina tradicional, etc.
Dicho esto, todas nuestras investigaciones sugieren que establecer un sindicato requiere mucho tiempo. Hay, por ejemplo, una Unión de Artistas en el Reino Unido, pero no es especialmente activa en cuanto a los casos legales (y sus requisitos específicos de adhesión excluyen muchos trabajos dentro del sector cultural). Preferimos imaginar el futuro de este proyecto bajo el paraguas de un sindicato ágil preexistente, como por ejemplo United Voices of the World o IWGB. Estas organizaciones están movilizando grupos históricamente difíciles de organizar, como por ejemplo personal de limpieza y mensajería, que pueden trabajar en lugares geográficamente dispares en contratos de cero horas.
Incorporar las posibilidades de organización política de un trabajo cultural dentro de un sindicato existente también favorecerá la solidaridad entre los trabajadores precarios y articulará las similitudes estructurales de la discriminación laboral. Se necesita una definición amplia de trabajos culturales para superar la posición de la práctica del arte y el diseño como un lujo separado del trabajo. Las instituciones se tienen que obligar a hacer este mismo reconocimiento.»
Estas declaraciones ponen de manifiesto cómo, incluso en ciudades con una economía creativa potente como es el caso de Londres, todavía hay mucho trabajo a hacer. Seguramente el tipo de concurso que más daño hace a la profesión es aquel que invita a los participantes (sin tener en cuenta su bagaje profesional), a presentar una propuesta final por un trabajo concreto, sin aportar el brief necesario, sin indicar los criterios que utilizará para seleccionar el candidato o los miembros del jurado que valorarán las propuestas, a cambio de una remuneración simbólica muy inferior al precio de mercado, justificado en la supuesta repercusión que la pieza ganadora tendrá.
La multiplicación de este tipo de concursos es lo que llevó a ADG-FAD a crear su manifiesto de buenas prácticas y aun así, todavía hoy surgen concursos como estos. Os invitamos a revisarlo, compartirlo y a velar, como diseñadores gráficos o como instituciones que promueven o que necesitan estos servicios, por unas prácticas más transparentes, justas y equitativas.
Sol Polo