En mi opinión, debemos centrarnos en añadir valor al contenido con el que trabajamos. Enriquecerlo más allá de lo formal. Todo lo demás se está automatizando poco a poco. Ya hemos subido la montaña del cómo decir las cosas, ahora toca preguntarse qué era aquello tan importante que queríamos decir.

Existe un gran boom, que esperemos que no acabe en burbuja. Aunque hay grandísimos profesionales y muchísimo talento, tengo la sensación que desde los medios se está poniendo mucho énfasis en ilustradores famosos en las redes sociales, aunque con poca relevancia en el mundo profesional.

Es un fenómeno interesante, sigo de cerca el trabajo de muchos de ellos. Es difícil medir la calidad artística en números, y probablemente la cantidad de likes o corazones no sea un buen indicador. Tengo la sensación de que hay demasiado fast food y demasiado interés por la forma y poco por el contenido.

Esa frase no es mía, aunque la siento como propia. Si todo va bien, me quedan unos 30-40 años de profesión, no quiero estar limitado a hacer un único tipo de trabajo.

El mal llamado “estilo” es muy habitualmente un conjunto de patrones estilísticos, pero sin nada detrás. Se puede ver fácilmente cuando alguien copia el estilo de otro artista. Otra cosa bien diferente es la voz de cada uno. Eso es mucho más atrayente.

Puedo ver a Christoph Niemann en un videojuego, o a Javier Mariscal en una silla, o a Jennifer Danniel en un simple tweet. Para mí, eso resulta mucho más complejo e interesante que una paleta determinada de colores o el uso de cierto tipo de líneas.