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Laus
La Casa Encendida

Institución reconocida con el Laus Empresas y Entidades 2019

La calle se mete hasta el patio, se cuela por la escalera, llena las salas y sube a la azotea. La Casa Encendida es el centro cultural que demuestra para qué debe servir un centro cultural. Y como en la calle, en La Casa Encendida hay espacio para las preguntas y las certezas, para las voces y el silencio, para el conflicto y para la fiesta.

La junta de ADG-FAD concede el premio Laus Empresas y Entidades a aquellas empresas y entidades que sobresalen por su larga, fructífera e inspiradora relación con el diseño gráfico y la comunicación visual. Una relación que fomenta el buen uso del diseño, impulsa el éxito de las organizaciones, contribuye al desarrollo de la sociedad y mejora la calidad de vida de las personas.

El Laus a Empresas y Entidades este año es para el centro cultural La Casa Encendida, de Madrid. Nacida en 2002 y dirigida inicialmente por José Guirao —quien, en el momento de escribir estas líneas, es ministro de Cultura—, La Casa Encendida ha destacado siempre por una vocación de apertura, de experimentación, de relación y de mejora social.

Conversando con su responsable actual, Lucía Casani y su mano derecha Mónica Carroquino descubrimos el poder de la diversidad, las maneras de hacer colectivas, la mezcla de lenguajes y la relación fructífera entre la actividad cultural y el diseño y la comunicación. Entre muchas otras cosas que hacen de «La Casa» una casa abierta a todas las ideas y propuestas. Un modelo a seguir.

Albert Martínez López-Amor: Centro de arte, lugar de encuentro, plataforma creativa… ¿Qué es La Casa Encendida?
Lucía Casani: Se podría definir por lo que pretendemos, que es reflexionar sobre el mundo que nos rodea y entender el presente a través del arte y la cultura, la educación y la acción social y medioambiental.

A: Un presente que es cambiante, fragmentado y diverso.
LC: Por eso lo tratamos desde la hibridación y los márgenes, experimentando, planteando preguntas y mezclando ideas, lenguajes y soportes. Programamos más de 1200 actividades anuales basadas en este modelo transversal y hemos comprobado que la amplitud de miras siempre suma y que el trabajo colectivo nos enriquece.

A: Os lo habrán preguntado miles de veces pero, ¿de dónde surge el nombre?
LC: El proceso de naming se encargó a la pequeña agencia El Nombre de las Cosas, de Fernando Beltrán. Inicialmente se barajó el nombre de La Casa de Empeños, que era un juego de palabras y un homenaje al pasado del edificio como monte de piedad. Finalmente, se dio con La Casa Encendida, frase extraída de un poema de Luis Rosales.
Fue un gran acierto, Es poético, es muy madrileño y connota ideas muy positivas. Nos ha venido muy bien.

A: Cuéntanos sobre la identidad visual de la marca. ¿Qué relevancia tiene y cómo la usáis?
LC: La Casa Encendida se estrenó con una identidad gráfica muy definida, diseñada por Marc Panero, de Base, que resultó muy importante para destacar desde el principio y lanzar un mensaje de «aquí estamos». Sus diferentes elementos componían un conjunto fuerte y claro: el cuadrado verde que imitaba la pantalla de los móviles de la época, la tipografía ignífuga pixelada, un aire tecnológico… Todo ello comunicaba novedad y a la vez dejaba mucho espacio para la apertura. Lo que había por debajo de la identidad reflejaba la pluralidad de contenidos y la diversidad de colaboraciones y proyectos.

 

A: ¿Cómo ha evolucionado?
LC: Ha sabido mantener un sello visual que se identifica bien y al mismo tiempo ha permitido incorporar más libertad y una mayor diversidad. En esta evolución hemos contado con la mirada y el asesoramiento de José Duarte, diseñador que lleva trabajando muchos años con La Casa Encendida, desde Base en los inicios y más tarde de manera independiente. Muchas veces la comunicación de las actividades construye una identidad propia sin tener que estar estrictamente supeditada a la corporativa. Es como tener una identidad hecha de muchas identidades, algo muy actual.

A: ¿Con qué otros diseñadores habéis trabajado y trabajáis ahora?
LC: Son muchos, con los años hemos apostado cada vez más por la diversidad de colaboraciones, cosa que refleja la vocación de plataforma abierta y flexible que comentaba antes, capaz de incorporar siempre lo nuevo. Nos interesa mantener las señas de identidad pero traer a la comunicación otras visiones. Muchos diseñadores como Ricardo Juárez, José Duarte, Futuro Studio, Jaime Narváez, Ferrán el Otro, Barriobajero Studio, Las Lindas Pobres, Javi al cuadrado, Marc Armand, Roberto Vidal, e ilustradores como Emo Diaz, Olga de Dios, Juan Casaramona, Antonio Ladrillo, Cachete Jack, Nuria Just, han crecido con nosotros.  

A: ¿Qué buscáis con el diseño de las publicaciones?
Mireia Carroquino: De alguna forma, soltarnos un poco la melena. Se trata de probar nuevos lenguajes visuales y nuevos diseñadores. Si tenemos un discurso de lo diverso y lo accesible, el diseño tiene que ir en línea y huir de normas rígidas. Además, es una vía para que la actividad en cuestión adquiera otra dimensión.

A: El diseño como parte de la propuesta, no solo como el marco de su comunicación.
MC: Sí, la idea es utilizar nuestros soportes de comunicación no solo para contar quienes somos y que hacemos sino como otra plataforma para mostrar el trabajo de diseñadores y artistas. Somos conscientes de que la comunicación pasa por un fenómeno de disolución y fluidez. Lo digital es fluido, por naturaleza. En esa pérdida de identidad que ocurre en el mundo digital, el sentido cambia y termina por diluirse. Nosotras queremos trabajar con eso también, aprovecharlo, usarlo como una herramienta creativa.

A: Libros Mutantes, Puchi Awards, Darth Vaders y Princesas… ¿De dónde nacen esos títulos tan iconoclastas que os caracterizan?
MC: Queremos quitar al programa el peso de lo solemne. La programación no es ligera, pero los nombres, sí. ¿Por qué no? Es una manera de hacer los contenidos más accesibles. Una vez te has adentrado, ahí tienes un discurso fuerte. La ligereza de los nombres también es sentido del humor, que falta hace en el mundo de la cultura.

A: ¿Qué hace interesante un proyecto?
MC: La interdisciplinariedad y la experimentación. En el sector de la cultura el discurso de lo interdisciplinar está muy arraigado, pero muchas veces los públicos están tan especializados en un ámbito que miran con desconfianza otras disciplinas. En la Casa nos atrae el cruce: invitar a invitados inesperados, buscar lenguajes híbridos. A veces las cosas se tienen que forzar.

 

A: ¿Qué otras cosas reivindicáis?
MC: La proximidad, la piel, el contacto. También el disfrute. Intentamos descodificar para quitar el peso de lo institucional. Y dejarse llevar por la experiencia.

A: ¿Cómo ves la cultura en Madrid y en todo el país?
LC: En general todavía arrastramos el fenómeno de antes de la crisis, cuando surgieron tantos centros de arte sin líneas de programación ni una propuesta de generación de públicos. Lo más importante es generar redes, tanto de programadores como de públicos. Y avanzar en una descentralización cultural que, como todo, tiene mucho que ver con la colaboración con los tejidos locales.
Respecto a Madrid, creo que está en un momento cultural apasionante, con un montón de gente, colectivos y también instituciones haciendo cosas interesantes.
También parece que Madrid se ha puesto las pilas en diseño gráfico, específicamente en la dimensión pública. Ha sido gratificante ver que el ayuntamiento empezó a usar en la última etapa una comunicación grafica bien hecha.
En ese sentido, La Casa Encendida ha sido pionera en tratar con mimo el diseño y en abrir las puertas a nuevos grafistas que luego han empezado a trabajar con la administración local. Efectivamente hay un cambio y me parece muy positivo. A ver cuánto dura.

A: ¿Qué harías si dispusierais de más recursos?
MC: Yo ampliaría la Casa para poder tener un espacio de residencias, como apoyo a la creación. Estamos satisfechas a nivel de programación, pero aún hay mucho que hacer. Invertiría en espacios para la creación, aportaría recursos y apoyaría a los creadores, sean de la edad que sean, y también a pensadores, gestores, educadores. Es importante generar espacios para pensar, para encontrarse, para intercambiar, sin objetivos ni resultados, donde la producción no sea una prioridad. Creo que es importante parar y que las instituciones deberíamos encontrar fórmulas para reivindicar este “dejar de hacer” para “estar más presentes”.  

 

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