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ADG
La diseñadora personal

Iconoclasta, intuitiva y libre, Ena Cardenal de la Nuez ofreció un Chill Laus lleno de portadas impactantes y mucha vida.

«Soy una diseñadora personal, en todos los sentidos. Porque trabajo sola y porque me entrego a cada proyecto en cuerpo y alma». Hasta en la forma de definirse, Ena Cardenal de la Nuez es iconoclasta, intuitiva y libre. Su participación en el Chill Laus del último día de noviembre mostró una intensa experiencia en diseño editorial y sobre todo reveló una desbordante propensión a imbricar trabajo y vida.

Ena es conocida sobre todo por sus portadas y libros. Tras sus primeros tiempos en publicidad –»un mundo machista, agresivo y perverso»–, decidió establecerse por su cuenta y pronto recibió el encargo de diseñar el catálogo para la marca de mobiliario BD, un proyecto que le acabaría abriendo las puertas de la institución artística española de referencia: el Centro de Arte Reina Sofía. Este cliente fue clave para especializarse en libros de arte, publicaciones de artistas y ediciones culturales. Títulos como ‘Variaciones de un jardín japonés’, ‘Entre chien et loup’, ‘Cuadernos africanos’ y el contundente ‘El Protectorado español en Marruecos: la historia trascendida’ le han valido merecidos reconocimiento. Las portadas de estas obras son de una fuerza icónica que arrolla, con una composición, un uso de la tipografía y una visión cromática que llegan a asustar por su toma de riesgo.

Algunos de los presentes en este oscuro y a la vez fulgurante Chill Laus coincidimos en encuadrar a Ena en esa espontaneidad  tan suelta que, desde Barcelona, solemos identificar con un determinado Madrid. Un Madrid, tan inexistente como cualquier otra visión, que estaría trufado de individuos fuera de cánones, genios raros que no han estudiado diseño gráfico, y ni falta que les ha hecho, como la misma Ena.

En suma, de Ena Cardenal de la Nuez nos fascinó el contenido de sus imágenes tanto como la forma caótica de proyectarlas en pantalla. Fue una charla repleta de alusiones jocosas a su entorno cotidiano y a sus aventuras exóticas, en las que el freehand convive con playas indonesias y las calles de Nueva York con la imagen de un equipo de dóciles maquetadores que obedecen a su ama. Un mundo de ideas y risas, de bodonis, futuras y café en casa con los clientes.

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