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World
See Red Women’s Workshop

Pósters, serigrafía y feminismo

Los años 70 en el Reino Unido fueron años de lucha política y social en la calle. También fue el escenario histórico del nacimiento de una nueva corriente feminista y socialista que buscaba la expansión del feminismo a través de la solidaridad de género, clase y raza, pero evitando el paradigma de la izquierda tradicional, poco avezada a las especificidades de la causa feminista. En este momento bullicioso apareció una publicación en el sí del Movimiento de Liberación de la Mujer (Women Liberation Movement o WLM) llamada Red Rag. Fundada en 1972, se publicaba dos veces el año con una tirada de 4.000 ejemplares. Se distribuía en reuniones del Movimiento, sindicatos internos y conferencias, y principalmente se nutría de la autofinanciación y la recaudación de fondos. Todas las contribuciones escritas se valoraban y discutían en el colectivo y ninguna de ellas provenía de hombres. Desde la revista se hacían llamamientos a huelga, a la creación de sindicatos para las trabajadoras de la limpieza y cuidadoras, se reivindicaban derechos y ayudas a la maternidad, derecho al aborto y se hacía campaña contra la violencia machista.

Un anuncio publicado en Red Rag en 1972 invitaba a las mujeres del mundo del arte y el diseño a desafiar la imagen de “mujer” que difundían los medios y la publicidad. Esta invitación irreverente llegó a manos de tres estudiantes de Bellas Artes que, inspiradas por el potencial revolucionario de la iniciativa, fundaron el colectivo no mixto See Red Women’s Workshop en 1973. La voluntad inicial de estas tres estudiantes era crear un grupo para luchar a través de la comunicación visual contra el sexismo, la violencia doméstica y la desigualdad de género. Denunciaban activamente el rol de mujer naturalizado socialmente, gracias a los canales de comunicación hegemónicos, y cuestionaban el valor social adscrito a dicho rol haciendo evidentes las situaciones de opresión que de él se derivaban. A la vez, clamaban por un modelo alternativo de feminidad, sobre todo como sujeto combativo en su propio escenario social.

El grupo se convirtió en un proyecto colectivo de contracultura feminista underground en forma de taller de serigrafía. Diseñadoras gráficas, dibujantes de cómics, ilustradoras, fotógrafas y artistas visuales, a través de carteles, ilustraciones, postales y calendarios, se aproximaban a temáticas feministas en torno la sexualidad, la identidad y la opresión de género. A menudo con humor pero sin ceder ni un ápice de fortaleza, solidez gráfica y crudeza conceptual.

La principal técnica de impresión era el block out, aplicando un complemento soluble en agua, y las impresiones se colgaban inicialmente en cuerdas y después en bastidores de secado. Posteriormente se pudo construir un laboratorio y comprar equipos para poder introducir plantillas fotográficas.

 

No es accidental que la autoría de los proyectos fuera siempre colectiva. El grupo ponía mucho énfasis en colectivizar ideas, habilidades y conocimiento para demostrar la fuerza de la comunidad y la solidaridad femenina. Así, las obras no se firmaban nunca individualmente, ante la incomprensión del mundo del diseño y el arte. Una idea de cartel se traía al grupo para ser debatida, alguna integrante trabajaba el diseño y lo presentaba de nuevo a revisión. Alguien más podría sumarse a hacer cambios y este proceso seguiría hasta que el colectivo estuviera satisfecho con el resultado final.

De manera similar a la revista que las había inspirado, se financiaban a través de la venta de sus producciones y a partir de donaciones de la comunidad. Admirablemente, el colectivo se mantuvo activo durante 17 años y llegaron a formar parte hasta 45 mujeres de procedencias muy dispares, evitando caer en el cliché de movimiento liderado por mujeres blancas de ascendencia europea. Todas las creativas, que trabajaban de manera voluntaria, eran a la vez madres, profesoras, cuidadoras y, muchas de sus creaciones, se inspiraban directamente en sus experiencias personales. Más adelante también aceptaron encargos para colectivos o acontecimientos afines ideológicamente.

Finalmente, el colectivo bajó persiana en 1990 ante los cambios de la industria de la imprenta, que hacía mucho más difícil autogestionarse a partir de la venta de carteles. En el año 2017, la editorial Four Corners Books publicó un libro, See Red Women’s Workshop: Feminist Posters 1974-1990, escrito por antiguas componentes del colectivo, recuperando así la memoria y presentando a las generaciones presentes del diseño gráfico los objetivos políticos y estéticos de la iniciativa. El grupo también gestiona su propia web donde se pueden disfrutar todas las obras históricas que produjeron y que hoy siguen teniendo un mensaje vigente y necesario.

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