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Una entrevista a Santiago Pol

Pocos diseñadores saben definir el cartel de tantas formas diferentes

Pocos diseñadores saben definir el cartel de tantas formas diferentes. Pero es que Santiago Pol es uno de los grandes del cartelismo mundial. Y para él, pocos secretos guarda un «afiche», como dice en su modismo venezolano.
Nacido en Cardedeu en 1946 y crecido y formado como profesional en Caracas, Pol personifica un diseño reflexivo, comprometido, enraizado, internacionalista y, claro está, ampliamente reconocido. La trayectoria de más de medio siglo de este miembro de la AGI es un ejemplo de creatividad, inquietud artística y respeto por el cliente y el público. Hoy Santiago Pol sigue trabajando, como

Embajador de Buena Voluntad del Diseño Latinoamericano de la Universidad de Palermo (Buenos Aires), por la creación de puentes culturales y profesionales.

Hemos tenido la suerte de mantener una larga entrevista con  Pol, de la que esta es una primera entrega, centrada en sus procesos de trabajo y sus aportaciones cartelísticas. En próximas semanas publicaremos las otras dos partes de esta conversación. Esperemos que la difrutéis tanto como nosotros.

 

 

¿Cuáles son las principales coordenadas de su trabajo como grafista? ¿Cuál es su búsqueda?
«La terre est bleu comme une orange. Paul Eluard.» 
Durante estos cincuenta años de experiencia con el diseño gráfico me he desempeñado fundamentalmente en el cartel. También he diseñado sellos postales, portadas de discos y libros, murales y gigantografías, el plano del Metro de Caracas de 1982 y algunas marcas de carácter nacional. Comparto la actividad profesional con la docencia y las conferencias públicas, lo que me permite complementar y actualizar permanentemente mis búsquedas gráficas.
Comencé a diseñar dibujando a mano alzada, luego realicé collages, más tarde esculturas que una vez fotografiadas transformaba en diseños planos; después de esa etapa regresé por una corta temporada al collage para volver al dibujo para la digitalización, donde llevo más de 15 años.
Mi búsqueda visual es comunicar con imágenes, textos y colores argumentos que inviten a pensar. Siento que texto e imagen no pueden ser redundantes, sino complementarios. Por ejemplo, si muestro una flor y digo que es una flor, creo que maltrato y subestimo al público. Recurro al famoso “esto no es una pipa” de René Magritte para jugar con la contradicción. Así provoco reflexión y creo en la mentalidad del público una suerte de historia breve que hace inolvidable la imagen. Me resisto entonces a ilustrar un concepto o a dibujar un perfil exacto de un slogan; aprovecho que manejo dos lenguajes contundentes, imagen y letra, para transmitir ideas que liberan al espectador, que le permiten hacer sus propias interpretaciones a partir de elementos comunes y cotidianos.

El cartelismo está entre sus formas de expresión más conocidas. Para usted, ¿qué es un cartel? 
Para mí un cartel es un golpe en el ojo cuyo hematoma queda en la memoria del transeúnte. Es la manera de captar  la inteligencia de la gente,  detener al público en su andar dejándole una imagen en la que pensar. El cartel es efímero como una flor, tal como lo definió Kazumasa Nagai, aunque hay ejemplares que con el paso del tiempo cobran un valor agregado, gracias evidentemente a su poder de comunicar y a sus valores estéticos.

En lo particular me tomo el cartel como una cátedra silenciosa y estática que informa y evidencia varias lecturas. A veces me planteo dar una clase de color, o de tipografía, o semiología. Para mí no es un cartel un rostro sin historia, algo que ya esperas, algo obvio y redundante. Cuando un cartel es borroso es porque su idea es borrosa.
Un cartel es el ladrón que nos roba sin avisarnos. Un cartel es una ensalada en la cual combinas armoniosamente texto e imagen, y el espectador decodifica los elementos y elabora sus propias conclusiones.
Después de casi 500 carteles diseñados, con la exposición antológica en la Sala Mendoza de Caracas que titulé Polifonía Gráfica. Medio Siglo de Carteles, constaté que muchas piezas mantienen su fuerza y poder de convocatoria para el diálogo; no han envejecido, no se han borrado, siguen siendo gritos en las paredes que vienen de eco en eco sin pararle a los años. Estoy convencido que esta es otra importante característica del cartel: su posibilidad de eterna juventud.

¿Qué proceso creativo sigue en un cartel?
Dentro de los parámetros previamente acordados con el cliente, hay que empezar por dialogar con él para que sea sincero y claro en su petición. Diseñar un cartel no es un asunto de inspiración, es un proceso creativo con etapas diferentes, que según mi experiencia pueden definirse así:
1. Información: oído.  
2. Investigación: lupa.
3. Ideas: libertad.
4. Concreción: fin.
5. Aprobación.

Entiendo al diseñador de hoy como un creador esencialmente integral, pues tiene que convertirse en periodista, investigador, trabajador metódico, creador apasionado, técnico con dominio de la plataforma digital, tipógrafo, conocedor de la industria gráfica, docente, escultor, director de arte. A veces, he recurrido al teatro para hacer la presentación de algún trabajo.
Hablar de cartelismo es hablar de originalidad, y la originalidad requiere tiempo. El proceso es lento y laborioso pues comienza por desechar de plano la primera idea y ponerla en el banquillo de los acusados. Allí aparece una larga hilera de mini-bocetos de 3×2 cm que con borrones rápidos voy tratando de afinar la puntería. He llegado a realizar miles y miles de mini-bocetos. Reconozco que este es mi vicio perfeccionista,  que se alarga siempre pero el ensayo y el error, el miedo y la audacia me impulsan a seguir y entablo un  diálogo con mis bocetos a viva voz como si se tratara de un ser humano. A veces escribo sobre ellos mi desazón o mi rabia por no dar con la idea, no tengo piedad ni misericordia con lo que va fluyendo. Son varias sesiones, varios días, varios estados de ánimo que aprovecho para crear. Puedo jurar que el proceso creativo es una medicina contra la depresión. En los días difíciles acá en Venezuela, me he volcado con todo a la creación. No me cansa trabajar, todo lo contrario: me educa, me enseña. Soy de los que piensa que si creas con amor, con dudas, con sueños, con preguntas, con respuestas y con constancia siempre atrapas el interés del público.
El factor clave para diseñar un cartel está en la comunicación intensa con el cliente. Rechazo los concursos de diseño y en particular los que tienen que ver con afiches y logos. El diseñar no es reunir una cantidad aleatoria de variables, diseñar a mi juicio es compenetrarse profundamente con el producto y exprimir su esencia para transformarla en un puente de comunicación visual. Los diseñadores tenemos que ocuparnos de la educación visual de nuestros clientes. Convencerlos de ser audaces, atrevidos, iconoclastas, anti-académicos. En pocas palabras, conseguir que se distingan de la competencia, que se posicionen con calidad, originalidad y arrojo. El diseño está hecho por diseñadores pero es la imagen del cliente y sus productos, a la final lo que se ve es un diseño que representa en primer lugar al cliente.
En mi contexto, Venezuela, si nos dejáramos llevar por las exigencias de nuestros clientes, cualquier imagen, no importa lo que tuviera que promocionar, sería un “culo”. La publicidad lo resuelve todo a nalgazos.

¿Qué espacio puede tener actualmente el cartel, ante la profusión de impactos visuales?
Al cartel se le ha diagnosticado la muerte en varias etapas de la historia de la industria gráfica y siempre ha salido airoso y con nuevos bríos. Hoy, a la luz de las nuevas tecnologías de altísima resolución, ha encontrado nuevas y contundentes maneras de llegar a la vía pública, inmensos plotters o gigantografias que nos atrapan la vista a la distancia, o modelos 3D que hasta se mueven en el tráfico cotidiano, o carteles impresos sobre superficies irrompibles o pantallas gigantescas de alta resolución, rayos láser que dibujan formas y letras sobre cualquier superficie a gran escala… El cartel ha sido el camaleón de los medios de expresión visuales, pues le ha sacado partido a los avances técnicos de la industria de las artes gráficas.

¿Cuáles son sus trabajos más queridos? ¿Y cuál diría que es su principal aportación?
Esta pregunta me deja mal, yo le he puesto tanto a cada trabajo y esto de seleccionar en verdad me es muy difícil. El diseño de carteles y por extensión todo el diseño gráfico es una apasionante aventura, para conocer algo hay que amarlo, darle tiempo, verlo desde diferentes ángulos. Para conocer en profundidad hay que dudar en profundidad. Cada diseño nuevo es una aventura nueva, es una pasión nueva, por estas razones no tengo unos trabajos más queridos que otros. A todos les he puesto la misma leche creadora, la misma inconforme duda métodica. De ninguno me arrepiento. Yo jamás entrego un trabajo que no me guste, el diseño no es un oficio para justificar honorarios.
Ahora, si es por premios y difusión, sí se reduce el margen de opciones: Contradanza, Teatro para Obreros, Cine por la Paz del Mundo 1 y 2, América hoy, 500 años después, Cine y Vídeos Mexicanos.
Como una anécdota curiosa quiero contar el caso del cartel América hoy, 500 años después, que diseñé a solicitud de la Bienal del Cartel de México. Se hizo en serigrafía en México y en offset en Venezuela; unos años después la línea aérea United me pidió el mismo diseño para la portada de su revista Hemispheres; unos meses después una editorial universitaria estadounidense me pidió el mismo diseño pero cambiando su posición, color y tipografía, propuesta a la que accedí previo pago de mis derechos de autor. Así, un diseño de mi país había matado tres pájaros de un solo tiro. Esto me da mucha alegría.
Pienso que el aporte principal de mi trabajo es la variedad temática y técnica mediante las cuales pretendo provocar pensamiento positivo en los ciudadanos.

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